La obsolescencia programada es, hoy en día, un problema tecnológico de primer orden. El ejemplo más reciente: el abandono de Windows 10, que ha obligado a desechar millones de equipos perfectamente funcionales.
De modo que, una vez que caemos en la cuenta de que la mayor parte de nuestra actividad administrativa, académica y profesional se desarrolla a través de documentos electrónicos, la pregunta de cómo garantizamos que ese contenido siga siendo accesible en el futuro cobre gran importancia.
En este contexto, LibreOffice —y la Document Foundation que está detrás de esa suite ofimática— han lanzado una advertencia contundente: muchos documentos creados con Microsoft Office tienen, de facto, una fecha de caducidad, y la responsabilidad recae en el uso de formatos propietarios diseñados con estrategias de bloqueo.
Frente a este escenario, LibreOffice defiende con firmeza el uso de ODF (Open Document Format) como una alternativa realmente sostenible para la preservación a largo plazo. No es solo una cuestión técnica —sostienen— sino una necesidad cultural y de derechos individuales: los documentos que conforman nuestra vida personal y colectiva deberían poder abrirse dentro de décadas, incluso generaciones.
Los documentos propietarios como amenaza al patrimonio digital
A primera vista, podría parecer que archivos tan comunes como .docx o .xlsx son perfectos para el archivo digital: ampliamente usados, compatibles entre sí y respaldados por un gigante tecnológico. Pero el problema, tal como explica la Document Foundation, está dentro del archivo.
Aunque los formatos de Microsoft Office se presentan como estándares, sus esquemas XML cambian con frecuencia, de forma poco documentada (es decir, sólo Microsoft sabe todo lo que cambia) y sin garantizar compatibilidad futura. El resultado es una especie de 'obsolescencia programada documental': archivos que pueden quedar ilegibles incluso si siguen existiendo los programas que los crearon (si las versiones concretas con que se crearon ya han dejado de recibir soporte).
La situación es tan grave que se habla de huérfanos digitales: documentos que están físicamente presentes en discos duros y servidores, pero que ningún software moderno puede interpretar correctamente.
La causa no es la obsolescencia del hardware, ni siquiera la desaparición del software, sino las modificaciones internas producidas para mantener el control del ecosistema. Una estrategia que obliga a depender de una única herramienta y una única empresa.
Pero, ¿por qué es importante el 'esquema XML'?
Un esquema XML es, básicamente, el 'contrato' o 'molde' que establece qué etiquetas pueden aparecer en 'las tripas' del documento (las que establecen el contenido y formato del documento, como el HTML de una web), en qué orden, qué tipo de datos lleva cada una (texto, número, fecha, etc.), y cuál es opcional y cuál es obligatoria.
Gracias a eso, cualquier programa que conozca el esquema puede leer y validar el XML. Y el 'dialecto' XML específico que establece ese esquema es el lenguaje interno que todo programa debe entender para poder abrir el documento y mostrárselo correctamente al usuario.
Pero, cuando el esquema cambia de forma no documentada (por ejemplo, si el fabricante de un formato propietario decide cambiar etiquetas, añadir elementos nuevos, cambiar el significado de campos ya existentes, etc.), los programas de terceros dejan de comprender completamente el lenguaje interno del documento.
La alternativa
Frente a este modelo, se presenta al ODF como un estándar abierto, transparente y diseñado desde sus fundamentos para garantizar la preservación a largo plazo. LibreOffice lo utiliza de forma nativa, pero lo verdaderamente relevante es que el estándar no pertenece a ningún software, sino a un organismo independiente (OASIS), cuya documentación es pública y accesible.
Esto implica varias ventajas:

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