
¿Te imaginas conducir por la autopista y, mientras llegas a tu destino, la propia carretera esté generando electricidad limpia? Suena a ciencia ficción, pero te aseguro que no lo es. Las carreteras fotovoltaicas son una realidad que ya está dando sus primeros pasos en varios países, y la idea es tan brillante como audaz: aprovechar esos kilómetros y kilómetros de asfalto que reciben sol todo el día para producir energía renovable.
La cosa empezó de forma curiosa. Según cuenta Ling Yao, un científico chino de teledetección, la idea se le ocurrió mientras conducía por un paso elevado. Miró hacia abajo, vio todas esas carreteras conectadas entre sí como una red gigante, y pensó: «¿Por qué no convertimos esto en una red fotovoltaica?». Y de ahí nació un estudio publicado en Earth’s Future que ha puesto sobre la mesa cifras que te van a sorprender.
¿Cómo Funcionan estas Autopistas del Futuro?
Mira, básicamente hay dos enfoques principales. El primero, y el más ambicioso, consiste en crear techos solares sobre las autopistas y carreteras principales. Imagínate una marquesina gigante cubierta de paneles solares que protege a los coches mientras genera electricidad. El segundo enfoque es más directo: instalar los paneles directamente sobre la superficie de la carretera, aunque esto tiene sus complicaciones técnicas que ya veremos.
Según la investigación mencionada anteriormente, si cubriéramos las autopistas del mundo con estos techos fotovoltaicos, podríamos generar unos 17,58 petavatios-hora al año. Para que te hagas una idea de la magnitud, eso representa más del 60% del consumo eléctrico mundial de 2023. Nada mal, ¿verdad?
Los paneles fotovoltaicos estarían colocados a unos 5,5 metros por encima de las carreteras, con una inclinación de diez grados hacia el exterior. Esta inclinación no es casualidad: permite que la lluvia limpie naturalmente los paneles, reduciendo los costes de mantenimiento.
Los Pioneros que se Atrevieron a Intentarlo
Holanda fue uno de los primeros en mojarse con esto. En Krommenie, cerca de Ámsterdam, instalaron 70 metros de ciclovía solar allá por 2014. Los paneles se recubrieron con vidrio templado y el resultado fue bastante prometedor: generaron 70 kWh por metro cuadrado, suficiente para abastecer a tres casas según SolarRoad, la empresa detrás del proyecto.
Francia también quiso probar suerte. En 2016, en Normandía, construyeron una carretera solar de un kilómetro con 2.800 metros cuadrados de paneles. La idea era genial: alimentar el alumbrado público del pueblo más cercano. Pero, y aquí viene lo interesante, el proyecto no fue exactamente el éxito que esperaban. Los paneles empezaron a degradarse y la eficiencia fue cayendo año tras año.
China, que nunca se queda atrás en estos temas, construyó en 2017 una autopista solar de dos kilómetros en la provincia de Shandong. Lo más impresionante de este proyecto es que incluía sistemas de carga inalámbrica para vehículos eléctricos en movimiento. Yo creo que esta integración es clave para el futuro del transporte.
Estados Unidos también lo intentó con Solar Roadways, una empresa de Idaho que recibió millones de dólares en financiación. Scott y Julie Brusaw, el matrimonio detrás del proyecto, diseñaron baldosas hexagonales con células solares, luces LED y sistemas de calefacción. El primer prototipo se instaló en Missouri en 2016, pero fue un fracaso rotundo: más del 83% de los paneles se rompieron.
España se Suma a la Revolución Solar
Nuestro país no podía quedarse fuera de esta fiesta. España ha iniciado varios proyectos prometedores para integrar energía solar fotovoltaica en sus infraestructuras viales. La empresa Autopistas de Abertis está liderando la construcción de 18 plantas solares en diversas vías de la península, con objetivos claros: autoconsumo energético y generación de excedentes para la red.
El proyecto contempla aprovechar espacios que ahora están infrautilizados, como las antiguas zonas de peajes de la AP7 en Cataluña, áreas de descanso y márgenes de las autopistas. Yo pienso que esto es muy inteligente porque no requiere ocupar terrenos agrícolas ni forestales.
Las Ventajas que Nadie te Había Contado
Más allá de la energía limpia que generan, las carreteras fotovoltaicas tienen beneficios inesperados. Según el estudio de Earth’s Future, estos techos solares podrían reducir las muertes por accidentes de tráfico en un 10,8%, especialmente en regiones con mucha lluvia o nieve. ¿La razón? Los techos protegerían a los conductores y la carretera de las inclemencias del tiempo.
Los cálculos indican que por cada kilómetro de carretera solar se necesitarían unos 1.100 paneles fotovoltaicos, produciendo alrededor de 8,3 megavatios-hora. Eso es suficiente para mantener 250 viviendas. Si solo consideramos un kilómetro y medio, podríamos alimentar 428 hogares con apenas cuatro horas de luz solar al día.
La electricidad generada también puede utilizarse para iluminar la propia carretera, alimentar señales de tráfico, e incluso crear estaciones de carga para coches eléctricos. Algunos diseños incluyen sensores de presión y detectores que podrían ayudar a prevenir accidentes o alertar sobre animales en la calzada.
Los Problemas que Hay que Resolver
Seamos honestos: no todo es color de rosa en este asunto. El principal obstáculo es el coste. Instalar estos sistemas puede ser hasta cuatro veces más caro que los paneles solares tradicionales en tierra. Hablamos de inversiones que podrían alcanzar miles de millones de dólares.
El mantenimiento es otro dolor de cabeza. Los paneles necesitan limpieza regular, y en zonas áridas esto implica consumo de agua, un recurso que cada vez es más escaso. La durabilidad también preocupa: el tráfico pesado, los accidentes, las condiciones climáticas extremas… todo esto pasa factura.
El tráfico intenso presenta un problema adicional que quizá no habías pensado: los propios vehículos bloquean la luz solar. En autopistas muy transitadas, la eficiencia puede caer significativamente durante las horas punta. Por eso no todas las carreteras son candidatas ideales para esta tecnología.
¿Merece la Pena la Inversión?
Los investigadores calculan que si techáramos todas las carreteras del mundo con paneles solares, se podrían compensar el 28,78% de las emisiones actuales de CO2. Eso equivaldría a reemplazar 9,66 gigatoneladas de dióxido de carbono. Para ponerlo en perspectiva, son dos tercios de las emisiones de gases de efecto invernadero de Estados Unidos en 2022.
El retorno económico también es considerable. Los expertos estiman que estos proyectos podrían generar un retorno neto de alrededor de 14,42 billones de dólares a lo largo de 25 años de vida útil. Los paneles producirían aproximadamente 15 dólares por metro cuadrado al año, y se reemplazarían con menos frecuencia que el asfalto tradicional.
Marsella, por ejemplo, está estudiando cubrir 26 kilómetros de sus autopistas urbanas con marquesinas fotovoltaicas. Con 3.000 horas de sol al año en la zona, podrían generar 1.900 kWh por metro cuadrado. El proyecto cubriría unos 800.000 metros cuadrados, produciendo una potencia máxima de 100 megavatios.
El Camino por Delante
Yo creo que las carreteras fotovoltaicas no son la solución mágica a todos nuestros problemas energéticos, pero sí representan una pieza importante del rompecabezas. La tecnología está mejorando, los costes van bajando, y cada vez hay más experiencia acumulada de proyectos piloto.
Para que esto funcione a gran escala, según los investigadores, necesitamos resolver las complejidades técnicas entre vehículos y placas, reducir la dependencia de agua para limpieza, mejorar las conexiones con la red eléctrica, y crear mecanismos financieros que recompensen a los inversores.
Alemania, Austria y Suiza están colaborando en proyectos pioneros. China sigue experimentando. España está dando pasos firmes. La realidad es que estamos ante una transición que llevará décadas, pero cada kilómetro que se instala nos acerca un poco más a un futuro donde nuestras carreteras no solo nos llevan de un lugar a otro, sino que también alimentan nuestras casas y ciudades con energía renovable.
¿Circularemos algún día por autopistas que generen más energía de la que consumen? Yo apuesto a que sí. Solo es cuestión de tiempo, inversión y voluntad política para hacer realidad esta visión de infraestructuras inteligentes y sostenibles.
☞ El artículo completo original de Natalia Polo lo puedes ver aquí
