2 de diciembre de 2025

El misterio de la doble tumba: La verdad incómoda sobre las pirámides de Sneferu

Soy un ferviente consumidor del podcast The Wild Project. Hace unos días, Jordi Wild invitó a su programa al arqueólogo Tito Vivas, que hizo una serie de afirmaciones que me dejaron desconcertado. Si las pirámides son tumbas, ¿por qué Sneferu (el padre de Keops) construyó dos: la Acodada y la Roja? ¿Por qué una era blanca y la otra roja? Si abandonaron la Acodada porque salió mal, ¿por qué la terminaron? Y, por último y no menos importante, si decidieron hacer otra, ¿por qué no reaprovecharon la piedra de la Acodada y extrajeron más para construir la Roja? Estas preguntas pueden parecer de lo más razonables para un neófito, pero quizá no para un presunto estudioso del tema. Vamos a revisarlo juntos.

Existe una narrativa persistente que insiste en vender a los antiguos egipcios como poseedores de una tecnología mística y perfecta de construcción de las pirámides. Como poseedores de un conocimiento que les hubiese venido heredado de un misterioso origen. Pero la realidad histórica es mucho más interesante y brutal que cualquier fantasía esotérica. El reinado de Sneferu, fundador de la IV Dinastía, es el antídoto definitivo contra este romanticismo místico. Su legado en Dahshur no es fruto de una inspiración divina o alienígena, sino el resultado de un proceso doloroso de prueba, fallo estructural y pánico arquitectónico. Sneferu no construyó dos pirámides por un capricho ritual dualista; construyó dos porque la primera se le estaba cayendo encima.

La Pirámide Acodada es el monumento al error humano más grande del mundo. Los arquitectos comenzaron la obra con una arrogancia técnica notable, elevando los muros con una inclinación de 54 grados sobre un suelo arcilloso inestable. La física no tardó en pasar factura. A mitad de la construcción, la presión interna comenzó a reventar las cámaras y a desplazar los bloques (imagina el terror de los capataces al escuchar el crujido de la piedra). El cambio repentino de ángulo a 43 grados en la parte superior no responde a ninguna alineación estelar ni a una simbología del Alto y Bajo Egipto. Fue una maniobra de emergencia, una chapuza colosal para evitar que la tumba del faraón colapsara como un castillo de naipes antes de ser terminada.

Ante la evidencia de que la Acodada era una estructura comprometida, Sneferu ordenó comenzar la construcción de una nueva desde cero a un kilómetro de distancia. Así nació la Pirámide Roja. Esta vez, los escarmentados constructores aplicaron desde la base el ángulo de 43 grados que habían descubierto «a la fuerza» para salvar la pirámide anterior. La Pirámide Roja se convirtió en la primera pirámide verdadera de caras lisas de la historia no por intervención divina, sino porque fue la primera vez que la ingeniería egipcia dejó de improvisar y aplicó una lección aprendida con sangre y sudor.

La existencia de estas dos moles de piedra construidas durante un mismo reinado se explica por la lógica de la supervivencia y la burocracia funeraria. Sneferu necesitaba una tumba funcional de inmediato. Terminaron la Acodada, a pesar de sus defectos, como un plan de contingencia (una solución de emergencia por si el faraón moría antes de que la Roja estuviera lista). No reciclaron las piedras de la obra fallida por una razón pragmática: desmantelar una montaña artificial inestable es suicida y más lento que traer piedra nueva, además del tabú implícito de destruir una estructura ya consagrada. La Acodada quedó como cenotafio o residencia del Ka, un recordatorio costoso pero necesario.

Incluso los colores con los que hoy las identificamos son una mentira histórica derivada del expolio. La Pirámide Roja nunca fue roja intencionadamente. Ambas estaban recubiertas originalmente de la misma piedra caliza blanca de Tura, brillando bajo el sol del desierto de forma idéntica. La diferencia radica en que la inclinación fallida de la Acodada hizo difícil el robo de sus piedras de revestimiento, mientras que la inclinación perfecta y suave de la Roja la convirtió en una cantera fácil para los constructores de El Cairo medieval. Lo que vemos hoy como «rojo» es simplemente el núcleo oxidado y desnudo de una estructura que fue despojada de su piel.

El factor humano en Dahshur es aplastante. Vemos a un Sneferu obsesivo que movió más piedra que cualquier otro faraón, superando incluso a su hijo Keops, impulsado por el miedo a la muerte y la negativa a aceptar el fracaso. La presencia de un borrador fallido junto a una obra maestra final desmonta cualquier teoría de intervención superior. Si seres avanzados hubieran diseñado esto, no habrían necesitado corregir el ángulo a mitad de camino. La Acodada es la cicatriz del aprendizaje; la Roja es el diploma. La perfección egipcia no nació; se forjó a base de corregir errores monumentales.

]]>

☞ El artículo completo original de lo puedes ver aquí

No hay comentarios.:

Publicar un comentario