La cuenta regresiva comenzaría lentamente
Si bien la mayoría de las personas no vive más de 100 años, eso no significa que la extinción sería inmediata. En los primeros años, no notaríamos un cambio drástico. Las escuelas cerrarían poco a poco, las cunas quedarían vacías, y la juventud se convertiría en un recuerdo lejano. Pero con el paso de las décadas, el envejecimiento de la población empezaría a provocar efectos en cadena.
Al no haber nuevos trabajadores, las estructuras sociales comenzarían a tambalearse. Los servicios esenciales como la agricultura, la salud y la tecnología sufrirían una escasez de manos capacitadas. Aunque el número de bocas por alimentar sería menor, producir alimentos sin mano de obra joven se volvería una tarea titánica.
El colapso de las sociedades
El envejecimiento poblacional no solo implica menos trabajadores, sino también más personas dependientes. Cuidar a los ancianos, mantener hospitales en funcionamiento y sostener infraestructuras se volvería insostenible. Las sociedades comenzarían a desmoronarse como piezas de dominó. Sin innovación ni reemplazo generacional, la civilización retrocedería en logros tecnológicos, artísticos y científicos.
Si nadie naciera más, en unos 70 a 80 años la humanidad podría desaparecer por completo, incluso antes de que se cumpla un siglo.
Escenarios distópicos: cuando la infertilidad es global
Aunque dejar de tener hijos de manera global y abrupta suena improbable, hay escenarios que podrían desencadenarlo. Una enfermedad altamente contagiosa que cause infertilidad masiva, como la descrita en la novela Galápagos de Kurt Vonnegut, podría cerrar la puerta a nuevas generaciones.
Una preocupación que ha cambiado de signo
En los años 60 y 70, el temor era el opuesto: un crecimiento desmedido de la población. Se hablaba de sobrepoblación y de los recursos insuficientes para todos. Pero el panorama ha cambiado. Hoy, la natalidad disminuye en muchas regiones del mundo, sobre todo en países desarrollados o en vías de desarrollo como Corea del Sur e India.
Las cifras son claras: en Estados Unidos, por ejemplo, en 2024 nacieron 3,6 millones de bebés, una disminución notable comparada con los 4,1 millones de 2004. Mientras tanto, las muertes aumentaron: de 2,4 millones en 2002 a 3,3 millones en 2022.
Las causas de la caída en la natalidad
Este descenso no responde a una catástrofe repentina, sino a una serie de elecciones personales y cambios culturales. Muchas personas hoy deciden no tener hijos o tener menos que generaciones anteriores, debido a factores económicos, sociales y ambientales. Al mismo tiempo, problemas de fertilidad masculina están en aumento, lo que podría agravar aún más esta tendencia.
Aunque la inmigración puede ser una herramienta para mantener poblaciones estables, las tensiones políticas y culturales limitan esta solución en muchos países.
Lecciones de la historia: los Neandertales
Para entender los riesgos reales de la extinción humana, vale mirar atrás. Los Neandertales, parientes cercanos de los Homo sapiens, existieron durante cientos de miles de años. Sin embargo, desaparecieron hace unos 40.000 años. Una de las teorías apunta a que nosotros, los Homo sapiens, fuimos más eficientes al reproducirnos y al obtener recursos, lo que finalmente llevó a su extinción.
Hoy en día, nosotros podríamos estar en una posición similar si no cuidamos nuestro equilibrio demográfico.
Lo que podríamos perder
Si la humanidad se extinguiera, el planeta seguiría girando. De hecho, muchas especies animales podrían prosperar sin nuestra presencia. Pero también se perdería todo lo que hemos construido: desde la literatura y el arte hasta los avances científicos y médicos. Sería como apagar una biblioteca universal sin copia de seguridad.
La importancia de planificar el futuro
Mantener el equilibrio entre generaciones es clave. No se trata de promover nacimientos sin límite, sino de crear un entorno donde sea posible y deseable tener hijos. Eso implica mejorar la conciliación laboral, garantizar acceso a la salud reproductiva y construir sociedades que valoren tanto a los jóvenes como a los mayores.
También es crucial enfrentar los grandes retos globales: el cambio climático, los conflictos armados, y la pérdida de biodiversidad. Cuidar del planeta y de nuestras relaciones como especie es lo que puede garantizar que sigamos contando historias durante muchos siglos más.
☞ El artículo completo original de Natalia Polo lo puedes ver aquí
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