2 de junio de 2025

Tardígrados: Los mínimos gigantes de la supervivencia extrema y su potencial científico

Su historia comienza en el siglo XVIII, cuando el naturalista Johann Goeze los describió por primera vez. Ya entonces sorprendieron por una peculiaridad: podían secarse casi por completo y volver a la vida al contacto con el agua. Spallanzani les dio su nombre científico, Tardigrada, que significa «de andar lento». Lo que nadie sabía en aquel momento era que estos simpáticos animales escondían una batería de adaptaciones biológicas que hoy están inspirando desde terapias médicas hasta investigaciones en astrobiología.


Estructura y diversidad: diseño simple, eficacia extraordinaria

Los tardígrados tienen un cuerpo segmentado con ocho patas terminadas en garras, y una cabeza sin ojos compuesta de estructuras sensoriales simples. Viven en musgos, líquenes, lagos, el fondo del mar, e incluso en fuentes termales o bajo hielo polar. Algunas especies, como Ramazzottius varieornatus, toleran mejor la deshidratación que otras, como Hypsibius exemplaris, lo que refleja su adaptación a hábitats diferentes.

Clasificadas en tres grupos principales (Heterotardigrada, Eutardigrada y una clase dudosa llamada Mesotardigrada), existen más de 1500 especies descritas. Comparten rasgos como la eutelia (número fijo de células en adultos) y la ausencia de sistemas respiratorio o circulatorio complejos, lo que les permite funcionar con eficiencia a nivel celular.


Criptobiosis: el superpoder biológico de los tardígrados

La criptobiosis es una estrategia asombrosa que les permite «pausar la vida» cuando las condiciones son desfavorables. Esto se logra mediante distintos tipos de respuestas:

  • Anhidrobiosis: al secarse, el tardígrado se contrae formando un «tun» (una especie de bola protectora) y produce proteínas especiales que sustituyen al agua y protegen su interior.
  • Criobiosis: en temperaturas gélidas, usan sustancias anticongelantes como el glicerol y evitan que se formen cristales de hielo dentro de sus células.
  • Osmobiosis: cuando el ambiente es demasiado salado, también forman un tun para protegerse.
  • Anoxibiosis: en ausencia de oxígeno, reducen su metabolismo a niveles casi indetectables.

Gracias a estas estrategias, pueden sobrevivir décadas en estado latente. Incluso resistieron 10 días en el espacio exterior, en un experimento de la Agencia Espacial Europea.


El secreto está en las proteínas

Gran parte del interés científico se centra en las proteínas protectoras que producen:

  • CAHS (proteínas citoplasmáticas): crean una matriz amorfa que protege las células.
  • SAHS y MAHS: actúan en el espacio extracelular o en las mitocondrias, respectivamente.
  • Dsup: esta proteína, exclusiva de algunos tardígrados, protege el ADN de daños por radiación.
  • TDR1: otra proteína que ayuda a reparar el ADN dañado tras exposición a condiciones extremas.

Estas proteínas funcionan como escudos y soportes bioquímicos, estabilizando las estructuras internas como si fueran burbujas de embalaje molecular. La vitrificación del citoplasma, gracias a estas moléculas, evita que las células colapsen durante la deshidratación.


Lo que la ciencia busca ahora

El estudio de los tardígrados ha pasado de describir su apariencia a explorar sus genomas, proteómas y sistemas de reparación celular. La secuenciación de su ADN ha revelado que, contrariamente a lo que se pensaba, no han adquirido tantos genes de bacterias como se creía. En su lugar, han desarrollado mecanismos propios mediante duplicaciones y especializaciones genéticas.

Nuevas herramientas como CRISPR/Cas9 y vectores de expresión específicos (como TardiVec) están comenzando a utilizarse para estudiar con precisión los genes implicados en la tolerancia al estrés. Sin embargo, uno de los grandes desafíos es que no todas las especies son fáciles de criar en laboratorio, lo que limita la diversidad de los estudios.


Aplicaciones que podrían cambiar el mundo

Las implicaciones prácticas de lo que estamos aprendiendo de los tardígrados son enormes:

  • Medicina: la proteína Dsup podría proteger células humanas durante tratamientos con radioterapia. Las CAHS, por su parte, podrían prevenir daños celulares en enfermedades neurodegenerativas.
  • Biotecnología: estabilizar vacunas o enzimas sin necesidad de frío, usando proteínas de tardígrado, es una posibilidad real.
  • Astrobiología: su estudio expande la definición de «condiciones habitables», ayudando en la búsqueda de vida en Marte o en lunas heladas como Europa.
  • Agricultura: transferir genes protectores a plantas podría ayudar a crear cultivos resistentes a la sequía.
  • Criopreservación: podría mejorar el almacenamiento de órganos o tejidos humanos.

Mirando al futuro: los enigmas que quedan por resolver

A pesar de los avances, muchas preguntas siguen abiertas. ¿Cómo se regulan las respuestas celulares durante la entrada y salida de la criptobiosis? ¿Qué hace que unas especies sean más resistentes que otras? ¿Cuál es el papel del microbioma que vive con ellos? ¿Y cómo logra su sistema nervioso sobrevivir intacto tras meses de «pausa» metabólica?

Responder estas preguntas podría llevar a descubrimientos que transformen desde la medicina hasta los viajes espaciales. Pero para ello, se necesita seguir desarrollando herramientas genéticas, estandarizar protocolos experimentales y explorar más especies en distintos hábitats.



☞ El artículo completo original de Natalia Polo lo puedes ver aquí

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