19 de julio de 2025

la técnica Inca de ablandar las piedras

Los muros incas han sido durante siglos motivo de asombro y especulación. En ciudades como Cuzco, Ollantaytambo o Machu Picchu, sus bloques de piedra encajan entre sí con tal precisión que ni una hoja de papel cabe entre ellos. La ausencia de mortero, el tamaño ciclópico de algunas piedras, y la forma irregular pero perfectamente acoplada de sus juntas han dado pie a todo tipo de teorías fantásticas: desde plantas que ablandan la piedra hasta intervenciones alienígenas. Sin embargo, gracias al trabajo riguroso de investigadores como Jean-Pierre Protzen, contamos hoy con explicaciones bien fundamentadas, documentadas y replicables. Y, sorpresa: no hacen falta ovnis.

Protzen, en su estudio de 1983 “Inca Quarrying and Stonecutting”, se propuso entender cómo los incas extrajeron, tallaron, transportaron y ensamblaron los bloques de sus monumentales construcciones. Para ello, recorrió las canteras de Kachiqhata (granito rojo) y Rumiqolqa (andesita), observó las herramientas encontradas in situ y llevó a cabo experimentos con los mismos materiales y técnicas. El resultado es uno de los análisis más completos que se han hecho sobre el tema.

En Kachiqhata, frente a Ollantaytambo, no se extraía la piedra desde el lecho rocoso. En lugar de eso, los incas aprovechaban un enorme derrumbe prehistórico que había dejado miles de bloques de granito. Seleccionaban los que servían, los desbastaban ligeramente en la misma cantera y los bajaban por rampas y caminos cuidadosamente construidos. En Rumiqolqa, en cambio, sí practicaban la extracción desde el afloramiento: abrían zanjas y extraían bloques fracturados naturalmente, en ocasiones con palancas de madera o bronce.

En ambas canteras se han encontrado caminos, muros de contención, canales de agua, y estructuras que probablemente servían de viviendas para trabajadores y supervisores. El grado de organización sugiere que la cantera era una fase fundamental del proceso constructivo, no un detalle menor.

Para tallar los bloques, los incas usaban martillos de piedra de varios tamaños, hechos de materiales duros como cuarcita, basalto o arenisca metamórfica. Protzen los clasificó por peso: los grandes (4 a 8 kg) servían para desbastar; los medianos (2-3 kg), para alisar; y los pequeños (200-600 g), para perfilar bordes. Estos martillos se recogían de los ríos cercanos. En experimentos replicados por el propio Protzen, fue posible desbastar y tallar un bloque de andesita en menos de dos horas usando exclusivamente estas herramientas y sin excesivo esfuerzo físico.

Un detalle técnico curioso: las juntas entre bloques no eran rectas ni planas, sino que se tallaban con un cierto saliente en el bloque superior que encajaba en una cavidad del inferior. Este sistema no solo mejoraba la estabilidad sísmica de los muros, sino que permitía una mayor resistencia a empujes laterales. En muros de varios niveles, Protzen observó que los bloques se colocaban de forma secuencial, y que muchas veces se reservaban piezas «clave» (keystones) que se insertaban al final como cierre del conjunto.

Las protuberancias visibles en algunos bloques eran probablemente salientes funcionales para maniobrar las piedras con cuerdas y palancas. No son ornamentales ni simbólicos, y mucho menos evidencias de que los bloques se hayan vertido como si fueran de hormigón reblandecido. De hecho, en ninguna cantera se ha encontrado rastro alguno de moldes ni de argamasas de andesita. Las teorías de geopolímeros y cemento incaico, aunque populares en canales de YouTube, no se sostienen ante el peso de la evidencia arqueológica.

El trabajo de Protzen, además, encuentra respaldo en las crónicas coloniales. Garcilaso de la Vega menciona que los incas «no cortaban las piedras, sino que las vestían a golpes con piedras negras que llamaban hihuaya». Y José de Acosta, en 1589, ya describía que «probaban muchas veces el encaje entre piedra y piedra», exactamente como demuestra la metodología experimental de Protzen.

No hubo plantas que ablanden la piedra, ni máquinas imposibles, ni visitantes del espacio exterior. Solo hubo trabajo, ingenio, organización, y un sistema constructivo que, con medios simples, logró desafiar al tiempo y al mito. Y aunque la versión con extraterrestres sea más vistosa para el algoritmo, la verdad, como tantas veces, es mucho más admirable.



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