Cómo. La clave radica en las primeras muestras de roca traídas de la cara oculta de nuestro satélite por parte de la misión china Chang'e-6 que nos ha dado la clave para poder seguir investigando en esta línea. Es por ello que un equipo de investigación de la Universidad de Pekin y la Universidad College London ha descubierto que el interior de la cara oculta de la Luna es significativamente más frío que el de la cara visible. Y esta diferencia de temperatura es clave de todo.
El análisis. Al comenzar a estudiar los fragmentos extraídos de la cuenca Aitken, los científicos han confirmado lo primero de todo la edad de las piedras. En concreto, han visto que estas rocas se formaron a partir de lava hace unos 2.800 millones de años. Pero la verdadera sorpresa llegó al ver el "termómetro" químico de sus minerales.
Los resultados, publicados en la prestigiosa revista Nature Geoscience, muestran que esta lava se formó a una temperatura de unos 1.100 °C. Dicho así puede no parecer mucho, pero es aproximadamente 100 °C más fría que las lavas que dieron origen a los mares de la cara visible, según las muestras traídas por las misiones Apolo y Chang'e-5.
"La cara visible y la cara oculta de la Luna son muy diferentes en la superficie y, potencialmente, en el interior. Es uno de los grandes misterios de la Luna. La llamamos la Luna de dos caras", explica el profesor Yang Li, coautor del estudio.
Comprobación. Ante una evidencia como esta, lo único que se puede hacer es estar seguro de lo que se está diciendo, y para ello el equipo científico llegó a cabo un segundo método de análisis. En este caso se compararon los datos de teledetección por satélite de la zona de aterrizaje de Chang'e-6 con una región de edad similar en la cara visible. El resultado fue consistente: la temperatura potencial del manto de la cara oculta era unos 70 °C inferior. De esta manera, no había duda: el interior de la cara oculta estaba más frío.
Por qué. La respuesta parece en este caso un "cóctel" de elementos químicos que ha recibido el nombre de KREEP. Este acrónico agrupa a potasio (K), fósforo (P) y tierras raras (REE), que a su vez también se acompaña de elementos radioactivos como el uranio y el torio.
La clave de todo esto, que es los elementos actúan como una "manta térmica" interna. A medida que se desintegran radiactivamente, generan calor, manteniendo el manto más caliente durante más tiempo y favoreciendo la actividad volcánica. Pero lo verdaderamente interesante es que la distribución de KREEP no es uniforme, sino que está casi todo concentrado en la cara visible del satélite.
Esto es algo que las muestras de Chang'e-6 confirman de manera aplastante: los basaltos de la cara oculta tienen un componente de KREEP 'menos o insignificante'. Sin esa fuente de calor extra, su manto se enfrió más rápido, la corteza se hizo más gruesa y, por tanto, el volcanismo fue mucho más escaso.
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La noticia La cara oculta de la Luna sigue siendo un enigma: el último gran hallazgo solo confirma lo poco que sabemos sobre ella fue publicada originalmente en Xataka por José A. Lizana .
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